sábado, 9 de enero de 2010

El carisma de Alan García

El tema de la mencionada encuesta electoral a 27 mil personas que se le escapó a Alan García en la entrevista de RPP la semana pasada ha generado miles de cuestionamientos, debates y predicciones. Que quién hizo la encuesta, que cómo se pagó, que porqué se hizo. Que se pago con fondos del partido aprista, que la hizo su "red informática". Que Alan ha sacado su lado oscuro, que el ego le gana, que quiere ser el gran censor y el gran elector, etc, etc, etc.

Si bien la inquietud que ha generado es comprensible porque ilumina el lado oscuro del presidente y el Apra, hay un punto que los medios han dejado de lado. Y es que lo de "la encuesta" no es lo único que dijo Alan en aquella entrevista.

El tema central de esa parte de la entrevista era "el terreno electoral" y más exacto "la relación entre el ejecutivo y los partidos políticos". Se habló de Lourdes, de Keiko, de Catañeda, de Humala, etc. García, tras exponer sus conclusiones a partir de los datos obtenidos de la referida encuesta-con ese lenguaje entre formal y chabacano como un gesto que trata de ser cubierto con otro y finaliza en algo así como un gesto triste-feliz, es decir, incómodo porque no sabe de qué rayos está hablando- sentenció así su predicción:

"todo depende de cómo presenten (los candidatos) su personalidad, más que su programa, en los próximos meses".

Ahora resulta que, aparte de haber concluido que con dicha información tiene la realidad de la intención de voto de la comunidades campesinas, la consolidación de esta "intención" depende del "carisma" de los candidatos y no de los planes de gobierno que estos presenten. Más claro, que el pueblo peruano decidirá o confirmará su voto por la calidad de "personaje" que tenga el candidato o la calidad de "show" que tenga el mitin político de este, más que la fundamentación de la propuestas, las inclinaciones ideológicas, la primordialidad de los proyectos que presenten, etc.

Es verdad que las intenciones de voto, la mayoría de las veces, están embaucadas más por la historia personal de cada ciudadano, sí. Las encuestas que se desarrollan con exceso de anticipación, cuando todavía no se sabe a ciencia cierta ni siquiera quiénes serán los candidatos, lo confirman muchas veces. Pero eso no quiere decir que el ciudadano sea tonto, que vote por simpatía.

Dos cosas. Lo primero es que se confirma la perspectiva de sociedad que García cree gobernar: una sociedad de ciudadanos tontos y manipulables con las más paupérrimas formulas: bailes, chistes, jergas, sonrisas.

Lo segundo es que, probablemente, lo que está diciendo es verdad. Juan Paredes alguna vez en una conferencia en el CCPUCP dijo que lo que había aprendido después de escribir varios libros acerca de los partidos políticos en el Perú era que no exitían partidos políticos en el Perú. Y, con ello, claro, difícilmente puede existir un discurso político. Entonces todos a bailar y a cantar y que gane "el mejor". O no es eso lo que se ha visto, sobre todo desde el gobierno de Fujimori, en las capañas electorales?

En mi opinión es una retroalimentación de los dos puntos. Un gobernador que minimiza a su sociedad y una sociedad que se minimiza ella misma. Todo a fuerza de sudor de bailes y lágrimas de risas.


Todo esto fue degradándose más en los años noventas, los años del fujimorismo, donde los mítines políticos no eran más que presentaciones en vivo de los programas chichas de la televisión. Ahora se habla mucho de la recuperación de la democracia después de los años de "la dictadura del chino", apelando a la estabilidad económica. Pero no se ve si quiera la intención de una recuperación cultural, intelectual, crítica, de una sociedad carcomida por aquellos años. Y es que esa recuperación, más allá de una restructuración política y educacional desde arriba, debe ser anhelo y deber de los ciudadanos. Las humillantes y lamentablemente reales palabras de Alan García dan cuenta que esto aún no se ha dado.

Al parecer lo que nos espera son mas shows en vivo. Ese baile no terminará hasta que seamos nosotros los que exijamos que se queden quietos y hablen. Ahí, en ese momento tenso y ambiguo como un apagón, nos daremos cuenta si es verdad que tienen algo que decir.

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