jueves, 23 de diciembre de 2010

A propósito de la condena a Videla





Aplaudir por la sentencia a candena perpetua de una persona a veces resulta más humano que sádico. Porque se aplaude por el reencuentro con esa palabrita "justicia" que se pone en duda tantas veces. Para las víctimas, muertas o no -la justicia es algo que trasciende lo terrenal-, y los familiares de éstas, era más bien algo cotidiano. Entonces aplaudo también.

Y como no cuento con la fotografía de una víctima que restregarle en la cara a Videla, subrayo algunas cosas de quienes por entonces representaron la RESISTENCIA.

Esa "alma de piedra" que en el disco Camalotus le atañó Spinetta a Buenos Aires años después, es el concepto breve y conciso de lo que produjo el rock argentino en aquellos años: no una alma insensible, si no una alma dificil de destruir. Lo que Sergio Pujol, en su artículo Años de Paranoia y Soledad, llama el "mérito del rock de mantener encendida la llama (digamos con franqueza: la llamita) del espíritu desidente...".

Y es que cuando el hombre se ve estrujado por lo que Hannah Arendt llama el "anillo de hierro" que va a encerrando al hombre en su soledad, cada movimiento mínimo (hasta el celular o molecular) del encerrado adquiere, por que no le queda otra, mayor independencia o autonomía. Como señala Jorge Monteleone en Cuerpo constelado: sobre la poesía del rock argentino: “Del susurro a la histeria, de la respiración al grito, del relato a la interjección: los vocablos delimitan una región singular respecto de la lengua normativa".

En ese pequeño espacio poderoso hubieron muchos con distintas palabras. El mismo Monteleone refiere que "donde Spinetta decía Dios, donde Fito Paéz, mucho después, diría corazón, Charly García nombra: instituciones.” Y así, esa cadena iniciada molecularmente en una creencia en Dios y un sentimiento en el corazón, llegó a sentarce institucionalmente esta semana en el tribunal federal de Argentina para sacarle un minusioso gesto (quién sabe de qué) a Videla al escuchar su condena entre aplausos y la mirada, desde fotografías, de los que sufrieron bajo su lengua normativa.

Quién sabe si la sentencia dictada hubiese sido posible o si los que llevaron a acabo el juicio hubiesen podido estar presentes, si durante aquellos años 70's no hubiese existido esa compañía, traducida en la música, que permitió a muchos no sentirce solos ni derrotados. Resistir no es aguantar, es cambiar. Como ayer, como esta semana, como hoy.

A todo esto yo me quedo con una denuncia emitida en aquellos años:

“Denuncio a los participes de toda forma de represión por represores y a la represión en sí porque atañe a la destrución de la especie (…) El Rock cambia y se modifica, es un instinto de transformación".
(Luis Alberto Spinetta, Artaud, Manifiesto “Rock: música dura, la suicidada por la sociedad”)

(Información tomada de la exposición "Rock: alma de piedra" que realicé en el 2009 junto a Claudia Cordova para un seminario de historia en la universidad)

domingo, 19 de diciembre de 2010

Continuamos...

Entre el alboroto de lo deberes, muy distante de este espacio, me regalaron un frase de consuelo:

"Hay algo mágico: yo continúo comprando libros. No puedeo leerlos, pero la presencia de los libros me ayuda... Esa gravitación silenciosas, sentir que están ahí". (J. L. Borges)

El libro de cabecera para estos meses es Historia de Lectura de Guglielmo Cavallo y Roger Chartier. De ahí una frase para emprender nuevamente la aventura. Un reclamo por parte los libros que ya, con justa razón, se cansan de estar ahí:

"El discurso escrito es como una pintura: si se le formula una pregunta, no responde, y no hace sino repetirse a sí mismo hasta el infinito. Difundido en un soporte material, inerte, lo escrito no sabe a quién dirigerse que sea capaz de entenderlo, y a quién no debe hablar porque sea incapaz de recibirlo: en suma, no sabe quién, en su difusión incontrolada, le brindará el instrumento de la voz, que hará surgir de él un sentido mediante la lectura".

Continuamos.