sábado, 30 de mayo de 2009

Islas (y algunas otras cosas) - Alejandro Susti

Profesor en varias universidades de Literatura y Comunicación, Alejandro Susti es sobre todo músico y poeta. Nacido en Lima en 1959, hoy cuenta como músico con cuatro discos independientes: Tren al edén (1988), Sueño en la ruta (2003), Kaoscopio (2005) e Islas (2008). Como poeta ha publicado dos poemarios: Corte de Amarras (2001) y Casa de citas (2004). Tiene también dos investigaciones publicadas: una tesis sobre Eva Perón y un estudio sobre la ciudad de Lima en el cuento peruano moderno que trabajó con José Güich. El año pasado estuvo entre los finalista del premio de la Bienal Cope Internacional de Poesía y ahora, a pesar de que parece que su producción estuviera en pausa, ya tiene todo listo para un nuevo poemario mientras piensa en también en el siguiente disco.

Con él nos juntamos para profundizar tanto en su último disco como en una visión un poco caleidoscópica de sus pasiones, la música y la literatura local, la ciudad y la sociedad que son fantasmas que lo acosan.
Si bien has dicho en varias entrevistas que tu nuevo álbum ‘Islas’ es más privado, que se aleja de ese mensaje social de las letras de ‘Kaoscopio’; en varias de las letras del disco aún se encuentra. Por ejemplo ‘Tóxicas’ y ‘Narices Frías’. (Las flores se secan / en la pista se seca / ciudades desiertas / basuras de profundidades / que envenenan las alturas.) (Vengan, hagan su agosto y compren / sin importar el costo, hasta perder el sentido) ¿Es un mensaje constante?

Sí, es cierto. El disco comienza como haciendo un puente con el anterior, por eso yo puse esas dos canciones antes. Todavía ahí está la huella, pero es una huella más suave. Las letras del disco ‘Kaoscopio’ son más denotativas. Los títulos mismos lo dicen. En las canciones de Islas, por ejemplo en ‘Narices frías’, el título te puede sugerir varias cosas. Por qué llamar a una canción narices frías ¿no? Se puede referir a los perros, pero yo estoy hablando un poco de la gente que carece de algo, que puede pasar desapercibida, como las noticias de los periódicos. Traté de hacer un juego más libre con las palabras.

Siempre tienes eso presente ¿no? Esa parte de la sociedad aún no asimilada.

Sí, a veces sale por lo bajo la crítica social. Y en la época de los ochentas todo eso estaba a flor de piel, era todo muy patente. Yo trato de camuflarla, pero uno escribe del entorno en el que le toca vivir. Hablar solo del tema social es limitar un poco la canción. Entonces lo que hago es tratar de usar imágenes que permitan, no solo asociarla con una situación social determinada, sino que la letra tenga más libertad.


Otra característica de las letras del disco, y que va de la mano del sonido acústico y más sereno que tiene, es la presencia de la naturaleza con metáforas, parecen cuentos para niños. Y dentro de ellas la imagen del árbol como un Dios. (Y dime cuando tú / serás tan fuerte, tan alto / tan bueno como un árbol.) ¿A qué se debe?

Buen punto. Sí, es para mí, en verdad, totalmente inconsciente. La imagen del árbol puede representar las raíces, que tiene raíces fuertes en la tierra pero que ha podido crecer, se ha podido proyectar. Símbolo de fortaleza, fertilidad, de renovación. Como si la persona fuera un árbol también. Por eso hay más naturaleza, porque hay menos bulla. ‘Islas’ se parece más a lo que yo he hecho durante toda mi vida que ‘Kaoscopio’. Ese disco es para gente más joven y para reencontrarme con mis raíces rockeras. Yo siempre he tenido una nota más melódica.

La letra de ‘Aeroplano Azul’ es bastante particular, parece una queja pero también una promesa (Cuando yo sea famoso / vendrás hasta mí / cuando yo aparezca en cine / vendrás hasta mi… Si yo fuera / un millonario, un playboy /y tuviera un Ferrari azul / viviría en el fondo de tu corazón) ¿Qué me dices de ella?

Es una letra que trata de joder a la gente que tiene ciertos prejuicios con la fama, con cosas así. Es la historio de ese patita que quiere que la chica se enamore de él, pero se siente no valorado por ser simplemente uno más. Por eso la idea de los ojos azules, la fijación con el color azul. A través de él quiero hablar de las personas que solo se fijan en la portada. La gente que tiene dinero y no puede ser feliz con ese dinero. Eso está también en varias canciones mías. Me interesa hacer esas canciones para joder ese tipo de mentalidad.

¿‘Calidoscopio’ y la nueva versión de ‘Ángel (parte 2)’ son un rezago de ‘Kaoscopio’?

‘Calidoscopio’ por el título nada más. Fue anterior al ‘Kaoscopio’. Yo vivía afanado con el calidoscopio, en él la palabra se convierte en un puente para llegar a la cosa más onírica, más surrealista, la posibilidad de asociar cualquier cosa. Y en ‘Ángel’, lo que pasa es que las canciones no son un ejército de soldaditos que viene uno atrás del otro, no hay un orden cronológico. De ‘Ángel’, del ‘Kaoscopio’, yo tuve primero la estrofa y la tuve que mezclar con miles de opciones y por ahí también salió ‘Ángel (parte 2)’ que terminó en ‘Islas’. Es probar, no me conformo con una sola versión. Durante muchos años me dediqué a podar muchas canciones.

Para este disco ya no contaste con la participación de la banda de siempre, ‘La patrulla del cielo’, pero seguiste trabajando con Daniel Wilis y en alguna ocasión se han presentado solo ambos. Me recuerda al dúo que hace Dave Matthews con Tim Reynolds ¿Cuál es la relación con Daniel?

Acá los músicos tienen mucha práctica, pero nunca encontré a una persona tan creativa como Daniel. No es quizá un guitarrista tan depurado técnicamente, pero encuentra fórmulas, salidas. ¿Y sabes porqué? Porque ha escuchado un montón de música. Al antiguo guitarrista una vez le dije que quería una canción estilo King Crimson, no entendió. Con los músicos hay compartir códigos, lenguajes, registros. Daniel sí funciona. Lo conocí dos semanas antes de grabar el ‘Kaoscopio’. No hubo ensayos con Daniel, él toca para el disco en la casa del productor. No estuvo en los ensayos. Ahí demostró su versatilidad.

¿De dónde sale el nombre ‘La patrulla del cielo’?

Lo saque de un programa de ‘Las chicas súper poderosas’ (Risas) Mi hijo veía. En un capitulo apareció un patita con una moto en el cielo y mencionaron algo así. Lo puse no más, no lo pensé dos veces.

En los años ochentas participaste en importantes festivales junto con Susana Baca, Frágil y en eventos culturales donde participaron Mercedes Sosa, Silvio Rodrigues, Fito Páez… Ahora tus presentaciones son menos comunes. ¿A qué se debe?

Es difícil. En mi caso, para una presentación soy yo el que tiene que encargarse de todo y trabajo en otras cosas, me siento abrumado por todo eso. Me gustaría tocar más pero es bastante trabajo. Yo he financiado todos mis trabajos y he perdido plata muchas veces, entonces uno piensa en eso también. Y quizá ya no tengo el poder de convocatoria que tenía. No me interesa ser conocido, simplemente que se reconozca lo que hago, que se sepa que lo que hice, lo hice con un intento de hacer algo distinto, no guiado por intereses que sean ajenos a la música.

¿Qué piensas del rock nacional de hoy en día?

Ha habido muchos cambios. Los músicos tienen mejor formación que en mis años que eran músicos de oído. Ahora se estudia, no solo música, también producción. Hay mucha más conciencia del negocio de la música. Eso está muy bien. Pero todavía falta mejores producciones. A veces escuchas un disco de una banda nacional y la batería parece una batería a pilas. Se descuidan cosas esenciales como esas. La calidad del sonido queda grabada en el subconsciente.

¿Y de que el Perú, por lo menos por ahora, sea una nueva parada para las bandas internacionales?

Traen puros cadáveres. Roger Waters fue importante, Peter Gabriel también. El problema está en que el público se entusiasma por el evento pero no hay reflexión. Se alaba que venga fulano de tal pero son todos como stickers que pegas en tu ventana y a la semana lo vas a reemplazar por otro, son todos productos descartables. Me gustaría que venga alguien que ha dejado algo, algo sobre qué pensar. No hay tradición rockera por más que hayamos sido pioneros en Latinoamérica. No ha habido una apuesta seria de los medios de comunicación. No hay una radio de rock nacional, debería haber por lo menos una, hermano ¡No existe! ¿Por qué no existe? ¿Quiénes son los responsables? No son los músicos los responsables.

El arte de los dos últimos discos es bastante similar. Inclusive el del segundo ha sido hecho por tu hija Clara. ¿Ha sido idea tuya? ¿Cómo manejas esa parte del trabajo?

Yo lo guío un poco. En ‘Islas’ quería trabajar un poco con el color amarillo. Había la idea del horizonte. Es el paisaje costeño, el mar, nuestro punto de fuga para nosotros que vivimos en Lima.

Me llamó la atención el agradecimiento que le haces en el disco a un tal Octavio por comprar el Álbum Blanco allá por el 74. ¿El de los Beatles? ¿Cuál es la historia?

Él es mi hermano menor. Cuando éramos chiquillos comprábamos discos en una tienda en el centro con las propinas. Una tarde yo me la gaste en otros discos y entonces yo lo manipulaba a mi hermano y lo convencía que debíamos comprar tal disco. Vi que había varios de los Beatles que no habíamos escuchado, entre ellos este disco raro, todo blanco, escrito en relieve y ¡era doble! Lo convencí y lo compró. Al final ese disco lo escuchó toda su vida. Es un acontecimiento desencadenante, de esas cosas pequeñas que ocurren en la adolescencia de cuya importancia tú no logras entender hasta después de muchos años.

¿Cómo manejas tu labor de literato y de músico? En ‘Kaoscopio’ haces una versión de un poema de Cesar Vallejo y algunos de tus poemas de ‘Corte de Amarras’ tratas el tema de la música. ¿Se complementan ambas pasiones o tratas de trabajar con ellas por separado? Sobretodo en la composición.

Viven separadas en teoría. Si tú lees la letra de una canción sin la música se pierde mucho. Un poema se tiene que sostener por si mismo. Pero a pesar de eso, sí, a veces hay un punto de contacto. Lo bonito es que el poema te da libertad de imaginación y esa libertad la puedes aplicar a letra de la canción. Se retroalimentan. No es un diálogo que yo haya querido hacer muy explícito.

¿Has escrito textos más narrativos? Varias de tus canciones son pequeñas historias.

Sí, ‘Calibre 38’ por ejemplo, es la historia de tres mujeres. Tengo una especie de novela, pero yo no he trabajado mucho en lo narrativo. Son textos medio autónomos, un poco autobiográficos. Hay que apelar a otro tipo de herramientas totalmente distintas a las de un poema. Hay que convertirse en otro individuo, tener mayor disciplina.

Se podría decir que vives de tus pasiones: la música y la poesía, además de trabajar como docente de literatura en varias universidades. ¿Hay algo aparte a que te hubiera o te gustarías dedicarte?

Me gustaría tener más tiempo para hacer música. El tiempo que tengo lo uso efectivamente. En el verano, cuando dejo de dictar clases, empiezo a producir a diestra y siniestra. He tomado una conciencia del tiempo en la que creo que hay que encender el fósforo en el momento indicado. A veces intento algo con Daniel y en la noche ya estoy soñando con música. Mi mente empieza a trabajar horas extras.

¿Sientes que ya lograste tu mayor trabajo en la poesía, la música o la investigación?

No, creo que no. Voy a seguir jodiendo. Ser conciente de lo que uno ha hecho es perder el tiempo. Me gusta más ponerme en el plano del creador. En el renacimiento, por ejemplo, podías dedicarte a pensar en el hombre que vuela, había un estudio constante. De eso consiste estar vivo ¿no? Interesarte por todas las criaturas que te rodean. Más me interesa esa curiosidad a la del que se siente y comienza a evaluar.

Estudiaste una maestría también en comunicación de masas que tuvo como producto la tesis de Eva Perón. ¿Cómo llegaste a interesarte por las masas?

Entré a trabajar al IPP cuando recién empezaba y me sugirieron que profundizara un poco en la publicidad. Y cuando voy a Estados Unidos estoy con esas ideas, ya no la literatura, en ese lapso. Conseguí la posibilidad de seguir esa maestría y conocí muchas cosas con las que acá no había podido tener contacto. Al terminarla era el año 93 y eran años terribles para el Perú, no queríamos regresar. Entré a enseñar español en la misma Universidad de Towson. Ahí volví a tener contacto con al literatura cuando suplanté a una profesora cubana que enseñaba literatura precolombina. Pensé en qué pasaría si me quedaba allá y conseguí la beca para hacer el doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de John Hopkins. Me quedé cinco años más. Viví como un estudiante.

¿Cómo ves la literatura nacional y el trabajo de las editoriales locales de ahora?

Cuando regresé de Estados Unidos empecé a leer narrativa de los escritores que habían crecido en los noventas. La experiencia fue un poco decepcionante. En la poesía fue distinto, la poesía peruana es fundamental. En el caso de las editoriales es un poco absurdo. Veo que se publican obras por todas partes pero yo no veo que el público lector crezca. Lo que se vende son libros ligeros, para un viaje. Pocas veces te encuentras con un libro que valga la pena. Algunos tratan de publicar cada año, si el estado diera becas a los narradores lo entenderías, pero esa gente se dedica a otras cosas ¿qué tan interesante puede ser la literatura que está reproduciendo sino están devotamente metidos en ella? Los que están más conectados con los medios como Ampuero, Cueto, no son los que producen mejores resultados. Los anónimos cuando mueran recién van a ser valorados. Es injusto pero es la realidad. Mira Oswaldo Reynoso.

En muchas de tus composiciones suelen haber una relación fuerte con la imagen de la ciudad, la ciudad como un mal, como un monstruo. Además, en el 2007 publicaste, junto con José Güich Rodríguez, Ciudades Ocultas, un estudio de la ciudad de Lima en el cuento peruano moderno. ¿Cuál es tu relación lírica y literal con la ciudad hoy?

Es una relación medio amor-odio. La ciudad como sitio del desarraigo, que te va empujando, donde todo lo que adorabas termina desapareciendo por el desarrollo. A nadie le gusta un lugar que quite lo tuyo, donde desaparecen las huellas de tu historia, que te lleva a la extinción. Y más Lima que crece caóticamente que ya no respeta ni los monumentos. Eso da rabia. El odio es contra los responsables de la ciudad.

Y eso se contagia a una sociedad que empieza a ser también prepotente ¿no?

Sí, tú también empiezas a funcionar de esa manera, a ser un poco salvaje. Ese el rechazo. Hay también una necesidad de la ciudad porque uno está acostumbrado espacialmente. La idea de ir a vivir al campo para tratar de ser algo que probablemente no puedas llegar a ser también me parece ilógica. Hay que darle lugar a la naturaleza en el espacio de la ciudad. En el renacimiento hubo la teoría de la ciudad como un lugar del encuentro, de armonía. Hoy da pena percatarse que nunca fuimos capaces de lograrlo. La ciudad es el lugar de los desencuentros. Hay cosas que me gustan, me gusta el mar por más que esté todo cochino. (Risas)

¿Qué viene ahora? Poesía, música o investigaciones.

Hay un libro de poemas que ya está para la imprenta. Se llama ‘Cadáveres’ y el tema central es la muerte. Uno se va obsesionando con el tema conforme va pasando el tiempo. Es un libro que empecé a escribir hace como cinco años. Quiero presentarlo en la feria de libro. Y el siguiente año será otro disco que ya estamos viendo con Daniel y que lo trabajaremos en verano, con tiempo. Antes me preocupaba coger el pez una vez atrapado, ahora sé que el pez no se va a ir, que lo puedo dejar y cuando regrese va a estar más gordo.
R. Lescano Méndez
26/05/09