viernes, 26 de diciembre de 2008

La Tregua - Mario Benedetti

Hace unos días me devolvieron La Tregua de M. Benedetti, uno de los pocos libros que me he atrevido a prestar (en realidad es una fotocopia) pero fue por motivo de un trueque justo: La Tregua por Buzón de Tiempo, ambos del mismo. Como suelo hacerlo, intente retenerlo eternamente ya que éste sí era original. No lo logré. El asunto es que Buzón de Tiempo confirmó toda esa fidelidad con MB que sentí con La Tregua. No solo fidelidad, sino también confianza. Amistad sobretodo. Y es que MB, sin cartas ni chats ni presentaciones, solo con sus obras y más allá de su rostro de abuelito bonachón, es un amigo de todos sus lectores. Natural y sincero.

La tregua gira en torno a Martín, un hombre a punto de cumplir 50 años y jubilarse. La esposa ha muerto hace unos años y desde entonces su vida solo ha sido su trabajo. Martín se empieza a sentir atraído por Laura, una chica de 24 años que entra a trabajar en su empresa. Entonces, en esa espera del fin laboral y resurgimiento sentimental, es que se ve envuelto por una realidad que lo coloca en el filo de las normas. ¿Qué normas? De vuelta en mis manos, hojeé el libro. Hay buena cantidad de trazos, de párrafos encuadrados. Trazos que son en su mayoría imágenes, sensaciones. Al reencontrarme con éstos volví a sentir esa complicidad que uno encuentra en los libros y que te hacen ver que no eres el único; que él, yo, tú y muchos más, somos seres cotidianamente comunes por un “algo” que puede ser algún término que rodee la ridiculez pero que se acerque más a lo natural de las emociones.

MB, con su obra, crea una unión amical a través de lo que podría llamar “cosmos literario” o “dimensión literaria”, que se ve reflejada en esa sensación que le deja a uno la obra: que mientras uno la va leyendo, él, más allá, en otro país, mundo o página, te está escuchando hablar de lo que dirías solo a alguien como él, solo a alguien como un amigo.

Algunas cosas:

"¿Por qué las palmas de mis manos tienen una memoria más fiel que mi memoria?"

"Ahora no me importaba mayormente que en esta o aquella figura no pudiera reconocer ni un solo detalle que me la recordara. Yo igual la “veía”. Una especie de juego mágico (o idiota, todo depende del ángulo desde el que se mire). Sólo cuando la mujer se encontraba a poco pasos, yo efectuaba un brusco retroceso mental y dejaba de verla, sustituía la imagen deseada por la indeseable realidad."

"Pero nadie va a negarme que cuando pensamos en esa palabra Vida, cuando decimos, por ejemplo, “que nos aferramos a la vida”, la estamos asimilando a otra palabra más concreta, más atractiva, más seguramente importante: la estamos asimilando al Placer."

"Los casos de conciencia tienen también su lado tierno."

"Nada más que una muchacha trepada sobre el sofá, con las piernas arrolladas, y la punta de la nariz colorada de frío."

"Mi cerebro tiene algunas necesidades propias del corazón, y mi corazón algunas exquisiteces propias del cerebro."

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