jueves, 29 de octubre de 2009

Tierra de nadie, de nadie

Las ventanas son el camino al mundo de uno; las puertas, al de los otros. En Tierra de Nadie de Onetti todos están ahí, tras las cortinas y cigarro en mano, buscando el suyo. Buenos Aires, el personaje principal, los obliga a eso. La ciudad se carcome dentro de ellos: "Días y noches, días y noches, todo grotesco y muerto, amontonado". Por eso todos piensan y se emborrachan, buscando la solución, un lugar fuera de esa ciudad, algo que no puede ser, algo que no pueden tener, porque nada es de nadie... y menos de ellos.

Algunas cosas:
"El ambiente del hombre es esto, la suciedad, los prejuicios, la moral de los gordos, la compra y venta, las frases bien redactadas".

"Mi mujer tiene dinero y no necesito trabajar. Primer elemento de arte".
"Buenos Aires está lleno de tipos así, individuos infinitamente más pequeños que aquello que se proponen hacer. Sí, y también están los otros, los que tienen la fuerza de hacer cualquier cosa y se pudren despacio, aburridos".

"Pienso que acaso se calumnie un poco al prejuicio y el tener prejuicios. No, en serio. A veces siento que uno, lleno de prejuicios, o con dos o tres, bien fuertes, brutos, inconmovibles..."

"En la muerte no había diferencia entre una niña resfriada y una mujer podrida".

"Si mira fijo por el caño, es posible que vea a Dios; mejor que el telescopio y el ombligo..."

Algo más:












Marie Laurenci

"¡Ah!, todas tuvimos una amiga en el colegio, una escena confusa un día de sol en que íbamos todavía al colegio, que es como un cuadro de Marie Laurencin".

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