
Ahora las historia que trae Cay no es tanto para cagar a los viejos, sino para recordar la infancia, esos años en que la distancia entre uno y ellos parecía mayor por más que siempre sea la misma. Y ahí entran los primeros libros que uno no entiende, las primeras mujeres que uno entiende, las primeras circunstancias de la vida que uno no entiende, las ganas jodidas de vivir y morir que uno no entiende. Como reseña El País: "Un Carlos Cay que en esta cuarta entrega conserva más bien poco de aquel ni-ni desencantado con el mundo y que anda un poco más preocupado en entenderlo".
Hace tiempo no leía una primera oración, sencilla, que te explicara de manera tan precisa de qué va una historia: "Yo escribo porque mi padre leía".
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