
Con una narración sin presunciones, propia del realismo sucio, Pancorbo construye un ambiente limeño preciso en el tiempo: el de los grifos Mobil, el de las primeras canciones de reggaetón que incomodan en un inicio a los salseros, el de All that things she said de Tatoo y las antiguas pathfinder de la policía. En los espacios también: las escenas transcurren en chifas, combis, discotecas, callejones, fiestas y otros escenarios creados con cada elemento casi surrealista que suele caracterizarlos (flores de plastico, stickers de combi, puertas sin manijas, colores y aromas). Pancorbo peca sí en un exceso de citas de canciones que si bien ayudan a terminar de construir una atmosfera que tal vez la parquedad narrativa del realismo sucio dificulta, llega, repito, a ser excesiva.
La estructura del thriller es respetada en todo momento. Las palabras, por más que siempre tengan una revelación o una intención de los personajes detrás, siempre guardan algo. Pero esa estructuración juega una mala pasada, sobre en todo en Zoe, que termina encasillada en un prototipo bastante notorio de la clásica femme fatale de las novelas negras americanas que no la deja llegar a acriollarse como los demás personajes.
Un Duro Despertar, a pesar de que cuenta una historia que hasta hoy la podríamos leer en la primera plana de varios diarios, sube la cotidianidad sucia y perversa de Lima al nivel de la literatura, haciendo así de lo perverso un buen momento.
No hay frases que subrayar. En ese caso, el libro de Pancorbo es una frase sin presunciones, clara, intensa y que nos dice algo también de la lucha entre el deseo y el temor.